
NEGRO
Investigación, concepto y Dir. de arte: Cristian Baena Fotografía y edición: Arley Valdez Modelos: Laura Herrera & Cristian Baena Peinado & maquillaje: Diana Ramos Estilismo: Liana Mena Diseñadores participantes: Cubel, Maz Manuela Álvarez, A New Cross, Religare, Alado Joyas: Diez Dos, Metalero Tocados y Turbantes: Bunme by Kika Comas Diseño de escenografía: Cristian Baena Montaje de escenografía: Felipe Palacios Agradecimientos especiales: Casa Nuda, Pablo Ramirez, Julieta Mendoza, Bart Sanz – Diez Dos, Santiago Duran, Alejandro Romanoff, Mauricio Moreno, Daniel Sawan, Bahue, Catalina Huertas y Juan Baquero.
Esta historia nace de mis recuerdos de infante, Mi abuelo materno quien en su vida lúcida se dedicó a criarme luego de jubilarse, me llevaba con él cada sábado que podía a un mercado público en la ciudad de Santa Marta, caminábamos y lo veía hablar con diferentes personas, siempre coqueto y sociable. En ese caminar recuerdo a un pescador a quien casi siempre le compraba la pesca fresca de la semana.
Por: @masdolcequegabbana
Francisco, era un hombre de más o menos 40 años en ese entonces. Ya han pasado cerca de 20 años. Sus palabras eran moderadas, muy culto para no haber terminado el colegio y siempre bien vestido con sus sandalias tres puntadas, usaba sombreros de paja muy grandes para protegerse del sol. A veces cuando llegábamos muy temprano, aún estaba Emilia, su esposa; aunque no estoy seguro si se llegaron a casar. Elegante, muy delgada, de piel fina, ojos oscuros, cabellera larga con trenzas y un acento propio de su lugar de nacimiento; San Basilio de Palenque, un corregimiento del municipio de Mahates, en el departamento de Bolívar. Emilia era nana de una familia pudiente de la ciudad. Me decía constantemente que le gustaban mis ojos, y si algún día tenía un hijo quería que fuera como yo. Aunque nunca me dijo a qué se refería con eso, o no lo entendí, por mi corta edad. Pero me regaló sus palabras y cariño en cada encuentro.
Esta historia está compuesta por 13 imágenes que narran la construcción de un día de Emilia y Francisco; la relación natural de sus cuerpos, los oficios y el bienestar que viven en pareja. Una piedra aparece en varias de las composiciones, representando los tránsitos y avances que hemos experimentado como cultura. La relación de la ropa con cada momento que experimentan los modelos, refleja el sentir de dos personas que ya no existen en este plano. El pescado y la guerra interior representan una sociedad de intereses no colectivos: desigualdad económica, desigualdad social, cultural, política, territorial, entre otros aspectos que se ven camuflados a partir de prácticas cotidianas que no se asumen como racistas. La serie toma la fuerza visual del color negro, la piel, el flamante rigor de piezas de moda y el descubrimiento del ser humano como mayor fuente de inspiración, llevando a la moda a evolucionar, de la mano con la cultura.
Las imágenes en blanco y negro para humanizar una experiencia y resignificar el color; no solo el de la piel, sino también el del ser, el que ha tenido cada persona de generación en generación.

El lenguaje en nuestro país está fuertemente influenciado por la cultura eurocentrista; definiciones que no han evolucionado con el tiempo y han demarcado asociación. Expresiones como “AHÍ HUBO MANO NEGRA” minimizan los esfuerzos de familias que han luchado para salir adelante, en muchos casos, personas marcados por la esclavitud de sus antepasados.
A nivel social, existen constructos de imagen y poder sobre el color negro, asociandolo con actividades ilegales. Las personas blancas, y las personas negras tienen las mismas probabilidades de infringir la ley.
Esta imagen representa cierto poder dentro de la historia de Emilia y Francisco. Ellos lucharon por mantener un sustento económico dentro de un contexto problemático en una ciudad que ofrecía menos oportunidades para el comercio informal, sin facilidades para una casa propia, salud digna y la construcción económica que necesita una familia de la costa Caribe.

Expresiones cariñosas sin razón, sin ningún relacionamiento natural. ¿Por qué no llamar a las personas negras por su nombre? En caso de no saberlo, lo correcto es preguntarlo. La primera aproximación no debería ser un diminutivo que reduzca su existencia.
La palabra discriminación, parte de una postura amplia, significa dar a una persona un trato desigual, basado en motivaciones raciales, políticas o religiosas, entre otras. Este término aparece en el léxico de los organismos internacionales a finales de los años ochenta y se define con base en diversos instrumentos que proscriben esta forma de desconocimiento de los derechos fundamentales de las personas. En Colombia, las reflexiones sobre la discriminación han estado estrechamente asociadas al tema del derecho a la igualdad, el que a su turno es reconocido en la Constitución de 1991, no solo como un derecho, sino también como un valor y un principio.

Esta expresión es una conjugación que se ha naturalizado bajo un lenguaje criollo, e incluso coloquial, para relacionar a una persona con el exceso de trabajo, con la subyugación humana y esclavizada que vivieron los pueblos afro. Para entender y erradicar dicha expresión, hay que acudir al pasado de la esclavitud como recurso histórico de la teoría y la realidad.
La manumisión de los esclavos no fue sólo un fenómeno del siglo XIX, pues durante la colonia muchos de ellos recibieron la libertad de parte de sus amos de forma esporádica. Sin embargo, la invasión napoleónica a España (1808) hizo que la esclavitud de los negros adquiriera una dimensión de crisis social y se convirtiera en un problema de Estado. Durante esta época, a la reconstrucción de un gobierno que mantuviera el orden imperial se sumó el debate sobre la independencia de América, y el fenómeno de la esclavitud afloró como un peligro, planteándose en 1809, en una de las cortes españolas, la necesidad de abolir la esclavitud para evitar la sublevación por parte de los esclavos.
Cartagena de Indias se convirtió en el siglo XVI en un importante puerto del imperio colonial español. Siendo el principal puerto esclavista del Caribe hasta 1615, junto con Veracruz. La ciudad debió su gran crecimiento al comercio de esclavos y oro. Los historiadores estiman que 196.000 cautivos originarios de África Occidental, principalmente de la costa de Angola, fueron desembarcados en el puerto cartagenero entre 1500 y 1641. Durante este periodo, en comparación con otros puertos esclavistas de las colonias del mar Caribe, Cartagena tuvo el papel económico más importante a inicios de la trata de personas y la esclavitud en América del Sur.
Aunque existían corrientes políticas e ideológicas que promovían la libertad y la abolición del tráfico de personas negras, surgía la cuestión de cómo llevarlo a cabo. La coyuntura internacional forzaba a los empresarios a adoptar medidas que les garantizara la defensa de un bien que representaba para muchos gran parte de sus capitales: personas que se convirtieron en objeto de manipulación y uso desmedido. Pero jamás se podrá justificar dichas acciones. Cuando una persona dice: “me negrearon”, está aprobando un histórico racista: funciones laborales extras y no pagas, minimizando aquello que sucedió en el pasado.

En la piel hay melanocitos, células que producen y contienen pigmentos como la melanina; uno es marrón parduzco (eumelanina) y el otro, rojo con acentos amarillos, (feomelanina). El color de la piel depende de la cantidad y la proporción de ambos a partir de los genes: unos inciden en la cantidad de pigmento en los melanocitos, y otros sobre la proporción entre los dos tipos de melanina. Por lo tanto, colores muy similares pueden ser el resultado de diferentes combinaciones y obedecer a configuraciones genéticas diferentes.
Los africanos, en general, son de piel oscura. Los Dinka, de África oriental, son de tez muy oscura, los San, del sur del continente, la tienen más clara. Los nativos del sur de la India, Nueva Guinea y Australia también son de piel oscura. En el centro de Asia y extremo oriente, así como en Europa, las pieles son, en general, claras. Los nativos americanos las tienen de diferente color, aunque no tan oscuras como los africanos.
Las categorías biológicas son problemáticas. En el mundo animal se diferencian, no sin dificultades, distintos linajes y grupos de linajes. Clasificamos a los animales en filos, clases, órdenes, familias, géneros, especies y, en algunos casos, subespecies. También pueden definirse categorías intermedias. Pero no hay razas. Por debajo de la especie o la subespecie, hay poblaciones. El colonialismo y la esclavitud fueron los motores que llevaron a los europeos a buscar apoyos científicos para justificar sus acciones contra los indígenas. Una de las primeras herramientas que se emplearon para discriminar las diferentes «razas» humanas fue la craneología. Esta consistía en el estudio de los caracteres métricos y morfológicos del cráneo humano.
A cada uno se le atribuía un patrón preciso de características (cráneo globular, alargado, etc.) que se correspondían con cualidades intelectivas más o menos desarrolladas. Así se estableció una jerarquía social y cultural entre los grupos humanos. Fue gracias a Blumenbach (1752-1840) que la morfología del cráneo empezó a ser utilizada sistemáticamente como parámetro para determinar la raza de procedencia de un individuo. De hecho, su metodología se extendió a todas las colecciones osteológicas europeas en el siglo XVIII.
Muchos antropólogos físicos y genetistas, se disociaron de la imagen que los totalitarismos y el colonialismo querían dar sobre la variabilidad humana. Para ello aportaron evidencias y estudios científicos. La inconsistencia del concepto de raza se nota, sobre todo, porque nunca hubo una clasificación unívoca del número ni de los parámetros utilizados. A lo largo de la historia se clasificaron desde dos hasta 63 razas humanas. En 1994, la American Anthropological Association tomó distancia de este concepto y demostró su carencia de soporte científico. De hecho, resulta incorrecto definir fenómenos tan dinámicos como la inmensa variabilidad humana y la historia de la evolución del hombre con un concepto estático y estéril como el de «raza».
Al decir de alguien que es blanco o negro, o de cualquier escala del colorismo, es posible que pensemos que pertenece a una categoría biológica delimitada por su color. Mucha gente cree que la pigmentación de la piel refleja la pertenencia a una raza, incluso a unas características que compiten dentro de las competencias del conocimiento humano. Cada uno de los grupos en que se dividen y subdividen especies biológicas y cuyas características se perpetúan por herencia. Según la RAE. Esa noción, en el caso de nuestra especie, carece de sentido. Desde un punto de vista biológico, las razas humanas no existen.

Emilia y Francisco fueron personas con pocas oportunidades por nacer en familias carentes de educación, con un alto nivel de natalidad, y por contextos sociales, en su momento, Emilia tuvo que alejarse de su familia en búsqueda de mejores oportunidades. Llegó a Santa Marta de San Basilio de Palenque. Viajó por un puesto de trabajo en una casa de familia. Allí transcurrieron muchos años de su vida, recibiendo un sustento económico.
Socialmente a las personas afro, se les ha encajado en determinados prototipos: el artista, la cervidumbre, el de los problemas sociales y de adaptación, entre otras múltiples problemáticas. Incluso algunas personas afro con privilegios económicos, políticos y sociales, tienen que enfrentarse a absurdos imaginarios.

Desde que existen los antecedes del racismo, cualquier error que se comete por parte de una persona negra, está escalado y relacionado por su color, por lo ineficiente e inferior en comparación a una persona blanca. Esta escena representa algunas etapas de opresión, dolor y problemas sociales que aún persisten. Es mirar al pasado, al presente y construir un futuro honesto y sano para las nuevas generaciones afro.
En la Nueva Granada y la provincia de Popayán, las sublevaciones se dieron por los malos tratos, llevando a los esclavizados a emprender acciones de resistencia, como las rebeliones y la fuga. Santa Marta, por ejemplo, es incendiada por africanos fugitivos en 1530, a los pocos años de ser fundada. Los cimarrones, o escapados, emprenden la fuga hacia lugares apartados y de difícil acceso para asentarse y organizarse con plena autonomía y libertad.

La hipersexualización de las mujeres negras no es un artefacto del pasado, sino un tropo continuado en el presente. La representación de las mujeres negras no es variada, sino específica y direpresentativa: con base en la jerarquía, hay mujeres negras en general, que son de piel oscura, vagamente amenazantes e hipersexualizadas, y hay una mujer negra excepcional.
Esta mujer excepcional tiene piel más clara, es más modesta que las otras mujeres negras y es amada por un hombre blanco. Esta mujer negra de racialización reducida se puede ver como un nivel intermedio entre las otras mujeres negras y la mujer blanca y, por su estatus elevado, se clasifica en adelante como la mujer negra elevada.
Esta escena es un momento en el trasncurso de día de Emilia durante la obra, un encuentro romántico y seguro con su cuerpo, su pareja y su propia exploración corporal, ver en su espejo lo bella que luce todas la mañanas antes de salir a trabajar.

Muchas mujeres afro experimentaron dolores físicos y emocionales al ser violentadas durante sus vidas como esclavas. La violación de mujeres por blancos propietarios de esclavos, detonó mayores conflictos y traumas, obligándolas a escapar, huir del abuso y del dolor.
Las mujeres, jóvenes y mayores, de tradición cristiana o musulmana, de Mombasa y de otras partes de Kenia. Usualmente se les prometían trabajos con buena paga en otros pueblos o en el exterior, y posteriormente eran raptadas. En septiembre pasado, Salama creó un grupo de apoyo a víctimas de esclavitud sexual. Corrió la voz y muchas mujeres comenzaron a contactarla y a pedir unirse al grupo. Algunas llegaron con bebés, dice Salama, otras se habían contagiado de VIH, y unas tenían traumas psicológicos debido a sus experiencia.
El sistema esclavista definía a las personas negras como bienes muebles. En tanto que las mujeres, no menos que los hombres, eran consideradas unidades de fuerza de trabajo económicamente rentables, para los propietarios de esclavos. En algunos casos eran desprovistas de género.
Muchas mujeres negras han trabajado fuera de sus hogares, para otros hogares blancos, incluso para personas negras. El inmenso espacio que actualmente ocupa el trabajo en sus vidas responde a un modelo establecido en los albores de la esclavitud. El trabajo forzoso de las esclavas ensombrecía cualquier otro aspecto de su existencia. Por lo tanto, cabría sostener que el punto de partida para cualquier exploración sobre las vidas de las mujeres negras bajo la esclavitud sería una valoración de su papel como trabajadoras.

Las mujeres afro sufren estragos y son influenciadas por la sociedad debido a su cabello. Someten su salud física y mental, tiempo y energías en la construcción de una imagen que en muchos casos se elabora buscando la aprobación de otros individuos en espacios laborales y sociales. Sin descartar que en algunos casos esta situación se da por decisión personal.

El cuerpo de la mujer afro no es un molde que se reproduce en secuencia. Esta imagen busca desprender las comparaciones del cuerpo idealizado de la mujer curvilínea y con volúmenes que sobresalen a simple vista, además de los códigos estéticos.
Existe el caso de Saartjie Baartman, una mujer de la etnia Khoikhoi, quien fue llevada a Europa a principios del siglo XIX con el propósito de ser comercializada como objeto de exhibición por sus características físicas. Ella es el epítome de la explotación y el racismo colonial, de la cosificación y ridiculización de las personas negras. Su imagen impactaba y generaba curiosidades morbosas.
Su caso llamó la atención porque tenía esteatopigia, predisposición genética que causa una acumulación excesiva de grasa en los glúteos, generando un volúmen particular. No se trata de reseñar esta historia, pero desafortunadamente, este caso ha servido como ejemplo de titulación y explotación de una persona en función de su cuerpo y sus características.

Al principio la definición era simple: «Es etíope, porque tiene ese color». Luego de etíope se pasó a «etíope o cualquier persona», y luego a «el individuo con piel negra». Hasta que llegamos al territorio de lo políticamente correcto y el negro pasó a ser afroamericano, aunque la persona no fuese ni africana ni americana. En algunos casos se hace uso de la expresión «personas de color», como si el resto de personas fueran transparentes.
A través de los siglos se han acuñado frases que asocian lo negro a la esclavitud: «no somos negros»; al trapicheo: «merienda de negros»; a la ignorancia o a la impiedad: «vas a sacar lo mismo que el negro de un sermón»; incluso a la falta de higiene: «¿para qué va al baño la negra si blanca no puede ser?”. Incluso, a finales del siglo XX se usó la palabra «negro» para denominar a quien escribe las obras que otro firma.
Las expresiones utilizadas son diversas, pero no por ello correctas o afortunadas. La más conocida calificación de color: “gente de color” y “personas de color”, y su correlato inglés colored (colored people), que parece ideado para tranquilizar a los bienpensantes. A pesar de la buena intención, su imprecisión y ambigüedad le restan utilidad.

Dentro del lenguaje español existen multitud de expresiones idiomáticas que reproducen determinada visión. Hay una “suerte negra”, “verla la negra” o “un día negro”. Esto parte de creencias con actitudes supersticiosas, algunos tratan de inculpar el color negro para sustentar ideas de conspiración que corroen a muchas instituciones; una mano invisible, extendida por personas y grupos con “negras intenciones”; un “mercado negro” y un “dinero negro”, llamados así debido a su ilegalidad. Existe una “magia negra”, pero al contrario que la blanca, implica poderes maléficos o infernales. No es casual tampoco que en el juego del ajedrez las piezas blancas sean las primeras en moverse.
Una persona afrodescendiente es aquella de origen africano que vive en las Américas y en todas zonas de la diáspora africana por consecuencia de la esclavitud. Este término ha estado sujeto a localismos, como afrocolombianos, afromexicanos, afropanameño, afroperuano, entre otros. En Colombia las personas afrodescendientes no hemos tenido una estructrura clara de lo afro, incluso desde la academía y la cultura, ha estado en una constante influencia de lo eurocentrista; tanto así que la academía en las instituciones académicas, no se han preocupado por enseñar cultura afro, solo han enseñado la historia de nuestros país desde la parte más blanca, incluso enseñándonos como seres que han sufrido sistematicamente y olvidando la ancestralidad y lo profundo que significa ser negro en un contexto latino.

Esta escena reune todos los elementos semíoticos de la obra, la lucha, la carga, el peso y la eliminación de la injusticia. Es una forma de construir la fuerza y unión que existe dentro de las familias y comunidades. No es secreto que una persona negra carga con pesos políticos consistentes y un rezago histórico que se marca por una Ley de cuotas; el racismo institucional, insuficiente y con letargos de instituciones que controlan el poder y no se centran en generar sinergias desde la diversidad.
El racismo expresa negligencia, proclama superioridad, y esto lo hace a través de chistes, comentarios y frases que ridiculizan, infravaloran o menosprecian a las personas por su tono de piel, su historia, su cultura, sus tradiciones o su condición social. La población negra en Colombia ha sido sometida a diferentes formas de discriminación y racismo estructural que perpetúan situaciones de exclusión. Dichos procesos están estrechamente vinculados con la esencialización y estigmatización de las diferencias sociales, históricamente construidas a través del proceso de racialización.
La categoría “negro”, al igual que las categorías “blanco” o “mestizo”, son categorías raciales, construidas históricamente a través de la racialización de los diferentes grupos poblacionales que entran en contacto durante el colonialismo y la esclavitud en el contexto latinoamericano. Se trata de categorías flexibles, connotadas por un estereotipo racial, que en muchos contextos reafirman y reproducen dichas jerarquías.
El término Negro – Negra, se refiere a una categoría identitaria y política que busca una resignificación en el nivel político, desde los años setenta, sobre todo por los movimientos étnicos del Pacífico colombiano, pero también por los movimientos estudiantiles urbanos. El término Afrocolombiano, aunque no es completamente nuevo, toma más importancia en el contexto multicultural y está vinculado a las reivindicaciones culturales, políticas, de identidad nacional.
Datos históricos cuentan que Bolívar introdujo, sobre todo después de 1816, la idea de liberar a los esclavos y que se enrolaran en los ejércitos independentistas. Con ello buscaba contrarrestar los reclutamientos que los españoles efectuaban sobre la población negra. Sin embargo, la liberación de los negros fue adquiriendo cada vez más una connotación económica que se ocultaba en el radicalismo de las argumentaciones ideológicas. La defensa de un patrimonio y del principio de la propiedad privada se erigían como obstáculos a toda pretensión idealista de otorgar por razones humanitarias la libertad a los negros. Los amos buscaron defender a “sus esclavos” de las pretensiones políticas, y ante la fuerza de los hechos optaron por plantear su libertad, pero con indemnización. Poco ha cambiado desde aquellos tiempos, a partir del dinero como un factor determinante para sustentar y controlar un discurso que jamás debió existir.
Descamar el pescado, la alteración del tamaño, representando el valor de la lucha, la persistencia al continuar buscando justicia para los pueblos, por la memoria y los antecedentes de la historia.
NEGRO expone historias, información, propuestas, conflictos y las expresiones alrededor de las culturas negras. Problematizar corrientes y acciones que afectan a un futuro sano para las próximas generaciones. NEGRO no pretende formular una verdad absoluta, pero este ejercicio permitió abrir un portal de información y experiencias que deseamos compartir con quien desee aproximarse a estas experiencias. Como actores de la industria de la moda queremos establecer un modus operandi desde la crítica, problematizando y provocando diferentes opiniones y sentimientos, no partiendo de una historia en particular, porque NEGRO es mucho más que eso, es una forma de coincidir en un punto intermedio de historias y experiencias personales.